15 diciembre, 2010

"Colombia" en la revista digital Calle Cero




UN NUEVO ORDEN SOCIAL
Era la década de los ochenta. Colombia atravesaba un momento de cambios obligados, nada por ínfimo que fuera sucedía al azar, y si llegase a ocurrir, ya había sido pensado. Sin dar de qué hablar, comienza a gestarse no un modo de vida, no un deporte, ni siquiera algo parecido a una forma de pensar, comenzaba a gestarse algo más sólido que una religión, más cercano a un estado de la mente, donde la opción de un dios no era tácita ni los santos eran figuras de porcelana.
Los dioses comenzaban a deambular reclamando las calles con sus santos ligeramente pegados a sus pies. En los ochentas llega a Colombia una nueva opción de salvación sublime, de pureza, realidad y eternidad; una salvación que ayudaría a muchos a liberarse de ataduras ortodoxas, ataduras carcomidas por la putrefacción de una sociedad decadente. En la década de los ochenta aparece un nuevo orden social en Colombia. El skateboarding. Es bueno siempre recordar el pasado pero lo que nos compete en esta ocasión es el presente y futuro.
Aquí, en la tierra de cascajo, la entrega por el culto ha ido aumentando sin límites,  Es fácil encontrarse por la calle con pequeños adoradores ‘destrozando’ las calles de cualquier ciudad. La entrega es incondicional. Niños, niñas, jóvenes, adultos. Este nuevo orden no tiene distinción de raza, sexo o religión. Grandes exponentes han demostrado lo mejor de su casta, skaters como Cristian Montoya, más conocido como “El Marra”, Óscar Lagos, Javier Coca, Nicolás Montaño, Miguel Acevedo y José Vélez, bien representan a su ‘parche’, como también se le conoce en Colombia a los grupos.
Su pasión por este culto es alarmante y, es de esperarse, por decantación, que su nivel aumente, a tal punto que no tienen nada que envidiar a otros dioses o skaters de Brasil, Europa, Australia o Estados Unidos, ¿Por qué? Porque, sencillamente, es un estilo único, propio, que no se presta para copiar a otros, algo parecido a un nacionalismo puro. El adagio omnipresente en esta tierra de dioses es: “Dejemos de copiar y comencemos a ser copiados”, sin olvidar las raíces jamás.
No es una profesión fácil en un país subdesarrollado, los patrocinios son escasos, el gobierno no le pone mucha atención porque no es algo que se preste para dádivas. El skater colombiano no se vende, ni se ofrece para ser un títere. El skater colombiano es real, de utopías que pueden llegar a hacer realidad. Prefieren morir en pie antes que vivir toda una vida arrodillados (Che Guevara). 
La revolución está siendo plasmada fotográficamente para no generar dudas acerca del pasado, presente y futuro. Nicolás DelValle, es un skater que sin pensarlo dos veces, sintió la capacidad y la misión de plasmar a través de  su arte (la fotografía), el gran movimiento que reclama respeto y admiración. He aquí visualmente parte de su capacidad y creatividad, que se caracteriza por una visión cinematográfica, donde la iluminación es elemento clave para generar un ambiente enigmático alrededor de su modelo o skater en el nuevo orden social.

Texto: Joe Belial

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